Mil puede considerarse un número suficientemente grande como para dar las gracias, pero obviamente es necesario ponerle un contexto para poder opinar.
Mil no deja de ser un número más, pero significa que por delante han existido 999. Y es que 1000 es el número de la última factura que emitimos ayer. Tampoco dice mucho si quisiéramos compararnos con otras empresas, porque lo que importa es el importe que figura en cada una de ellas. Me tildarían de loca si me invento un KPI de número de facturas emitidas.
En realidad este mil sólo es una excusa para celebrar juntos. Y celebraremos…
Pero me parecía un número tan redondo y bonito que quería compartir, sobre todo con mi equipo, al que le debo que hayamos podido facturar mil veces y ¡ojalá facturemos mil más juntos! También a mis clientes porque su reiterada confianza en nosotros es la mejor forma de decirnos que hacemos bien nuestro trabajo. Por supuesto, sin el pago de esas mil facturas, no podríamos seguir aquí tantos años después.
En diciembre de este año hará 20 años que mi socio (Rafa) y yo nos acercamos a una notaría para firmar la constitución de OSOCO. Como con tantas otras aventuras: ¡la que hemos liado pollito! Y con nuestros éxitos y fracasos, aquí seguimos remando.
Pero esto para nada es mérito nuestro, lo es de todo el equipo que hemos formado. Desde el principio quisimos hacer de OSOCO un lugar donde “molara” trabajar, donde pudiéramos seguir desarrollando nuestro potencial en un ambiente cordial, respetuoso y amigable. Con sentido de la profesionalidad y una autoexigencia que nos hiciera salir de nuestra zona de confort y estar atentos a lo que viene.
En ese sentido hemos querido dar un paso más y firmar un acuerdo con nuestro equipo para que todos participemos directamente de los beneficios anuales, recogiendo los frutos del esfuerzo colectivo. Porque si hay beneficio el mérito es de todos, hemos acordado que el 50% de los beneficios anuales se repartirá entre todo el equipo. Del resto de beneficios, el 30% siempre se destinará a incrementar las reservas y el 20% quedará disponible para los socios, que podrán dejarlo en reservas o repartir dividendos.
Una vez más, no deja de ser un número, pero lo importante es la intención que hay detrás. La intención de compartir y reconocer. La intención de fortalecer el sentimiento de pertenencia del proyecto entre todos los miembros. En un sector en el que la rotación es tan elevada, siempre hemos pretendido cultivar relaciones duraderas con nuestro equipo.
Resulta evidente que las empresas se están convirtiendo en empresas de software, pero tal y como lo entendemos nosotros, una empresa de software no será funcional mientras no sea una empresa orientada a las personas. Porque no somos robots, porque nos gusta conocernos, porque trabajar con amigos es más gratificante.
A su vez, el mecanismo de reparto que hemos acordado establece que el 50% del beneficio anual se reparta en función de la antigüedad en el equipo. Para ello hemos definido un sistema de tokens que se van acumulando con el paso del tiempo. El otro 50% se reparte por igual entre todos los que han hecho posible ese resultado. Sin prorrateos por nivel salarial porque todos somos importantes y cumplimos nuestra función.
No sé si “amistad, honor y lealtad” son valores que se estilan en las empresas actuales, pero aunque no están oficialmente escritos en ningún documento de OSOCO, creo que además de servir para enlazar con el título de este pequeño post, hacen justicia al ambiente de trabajo que tenemos en OSOCO. Hace ya mucho años que me di cuenta que lo más difícil de esta aventura empresarial éramos las personas. Que aunque seamos una empresa de software, nuestro verdadero valor reside en las personas que hay dentro. Porque como me ha recordado hoy un compañero: “En OSOCO no retenéis el talento, lo cuidáis.”
Créditos
- Imagen: Imagen de Henning Westerkamp en Pixabay